Economía - España: Tres Años de Austeridad

Algunas Ideas

El pasado domingo escribía Joaquín Estefanía un interesante artículo en El País titulado "Mil días de Austeridad", en referencia a que, precisamente este mes de mayo, concretamente el día 9, se cumplirán tres años desde aquella comparecencia de José Luis Rodríguez Zapatero en la que anunciaba un cambio radical de su política económica en aras de consolidar las cuentas públicas. Hoy, tres años después, parece claro que el remedio ha sido peor que la enfermedad, si bien es cierto que en buena medida nuestro país ha sido víctima de sus propios errores y lo ha rematado una UE que no ha estado a la altura de las circunstancias. Dicen nuestros políticos estar preocupados por la creciente desafección de la ciudadanía hacia su clase, pero lo cierto es que ellos tampoco han estado a la altura que nuestro país y sus personas merecían.

Me parece estéril el debate sobre si España tenía o no tenía alternativa allá por Mayo de 2010, porque las evidencias denotan que no. Ya por aquel entonces se acumulaban facturas en los cajones de nuestras administraciones públicas, las cuales eran incapaces de pagar a sus proveedores. Pero no sólo eso, sino que las transferencias y abonos a farmacias, centros concertados, incluso colegios, comenzaban a acumular preocupantes retrasos. España tenía un 11,2% de déficit público, lo cual es insostenible e insoportable nos pongamos como nos pongamos y sea cual sea nuestra opción política. La pregunta, por lo tanto, no es si España podía haber hecho otra cosa, sino si nuestro país podía haber evitado llegar a dicha situación. Y la respuesta es que sí.

España tenía unas cuentas públicas ejemplares, con una sanidad que era la envidia de Europa y con un sistema educativo, que si bien todavía no estaba a la altura de los países nórdicos o de EEUU, sí que es cierto que era valorado por la velocidad a la que había sido capaz de reducir el gap de formación de capital humano desde los años 60 hasta la década pasada. Y todo ello sin tener una inversión en sanidad y educación por encima de la media europea en relación al PIB. Al amparo de la burbuja, nuestro país comenzó un aumento del gasto público desorbitado el cual, lejos de frenarse en 2007, cuando las cosas empezaron a ir mal y los ingresos tributarios cayeron en picado, se siguió incrementando. Mientras el sector privado comenzaba a hacer aguas y el paro subía, nuestro sector público seguía creando empleo (y aumentando el gasto). Un estudio de la Universidad de Deusto concluyó que nuestra administración estaba duplicada por sistema, pero, además, había lugares como Barcelona dónde determinadas instituciones estaban quintuplicadas. Increíble. Entre el año 2008 y el 2012, las organizaciones que dependían de las autonomías aumentaron un 30%. En paralelo, muchas de las obras absurdas y costosas llevadas a cabo cuando nos creíamos ricos, suponían un lastre para las administraciones, las cuales apenas podían cubrir su mantenimiento. Además, el aumento del desempleo obligaba a aumentar los subsidios del paro. Tampoco estuvieron mal las primeras ayudas a la banca, las deducciones a las grandes empresas del IBEX (¡casi 29.000 millones de euros dejaron de tributar entre éstas y la caida de beneficios por la crisis!) y por supuesto el famosísimo Plan E.

En lo que se refiere a la banca, y admito que se me tache de oportunista, nuestro gobierno debió haberla rescatado en 2008, cuando podía haberlo cubierto sin necesidad de pedir ayuda a Europa. Entonces dio miedo pinchar la burbuja y se prefirió mirar para otro lado. Buena parte de nuestra pérdida de independencia económica tiene que ver con aquel error estratégico. En cuanto al Plan E, lo que se buscaba era reactivar la economía pensando que nuestro bache era coyuntural. Lo cierto es que previamente no se le había metido mano de verdad al problema. Para que una inyección de gasto público tenga efecto, primero se debe sanar al enfermo. El Plan E fue como meter al paciente a hacer rehabilitación sin haber bajado la inflamación del esguince. Así pues, cuando acabó la rehabilitación, y tras una leve y rápida sensación de mejoría, el enfermo se encontraba incluso peor. España no tenía un déficit coyuntural, lo tenía estructural. El primero se debería a la situación de crisis. El segundo hace referencia a no poder pagar tus gastos corrientes con independencia del ciclo económico. Nuestro estado era insostenible tal y como estaba montado.

¿Se podía haber hecho otro tipo de austeridad? Evidentemente sí. Lo primero que se tenía que haber metido mano es a los 300.000 políticos que nuestro país tiene de más respecto a Alemania. En segundo lugar, se debía haber llevado a cabo una reforma de la administración pública destinada a eliminar duplicidades, quitar empresas públicas deficitarias, eliminar enchufados y a limitar el número de asesores. Según un estudio que encargó UPyD, las duplicidades generadas por las autonomías podrían costar hasta el 3% del PIB. Hoy en día España tiene a más de 1.000 políticos investigados e implicados en casos de corrupción, como apuntó el New York Times el pasado fin de semana. El siguiente paso era haber quitado subvenciones y no haber subido impuestos, aspecto que es sabido que tiene menor impacto sobre el crecimiento. De igual forma que hubo quién advirtió que jamás se había salido de una crisis sólo con austeridad, también es cierto que nunca se ha salido de ellas subiendo los tributos. Se debía haber apostado por gestores públicos que fomentaran la eficiencia y eficacia de los servicios públicos para evitar abusos (que los hay, y conviene denunciarlos) y desde luego haber evitado, en la medida de lo posible que se tocaran cuestiones básicas, y si pese a todo no quedaba más remedio, haberlo hecho de forma limitada y con mucha más pedagogía.

¿Podía haber hecho algo más Europa? Desde luego que sí. La unión monetaria no puede funcionar sin una mínima cohesión fiscal. No se trata de pedir a Bruselas que de la noche a la mañana haya una tributación conjunta europea y que los ingresos fiscales se gestionen desde la UE, pero sí se podían haber dado pasos que ayudaran a los países en problemas. En primer lugar, se podría haber estimulado el consumo privado en Europa del norte, de tal forma que favoreciera la importación de productos españoles entre otros. Alemania y Holanda tenían capacidad para hacerlo. En segundo lugar, se podía haber avanzado hacia algún tipo de mutualización de la deuda, de tal forma que nuestra prima de riesgo no hubiera llegado jamás hasta los más de 600 puntos básicos que alcanzó el pasado verano, lo que hubiera supuesto unos ahorros de miles de millones de euros (que hubieran favorecido que el déficit bajase de forma más rápida). En tercer lugar, se debía haber avanzado de forma clara y contundente hacia la unión bancaria. Es absurdo que una bodega Española, mucho más competitiva que una bodega Alemana (con todo el respeto hacia los magníficos vinos blancos que allí se hacen), por cuanto goza de mejor clima, mejor orografía, mejor suelo, mayor variedad, mayores uvas autóctonas y, por lo tanto, goza de mayor potencial de exportación e internacionalización, se vea abocada a pagar más intereses por el mero hecho de estar en España. Si nuestras compañías han visto cómo se les han subido los tributos y encima tienen que asumir costes de financiación disparatados, ¿cómo esperan en Europa que nuestro país salga adelante? Las externalidades del mercado han permitido a los países del norte de Europa y a sus empresas financiarse a unos costes de risa gracias a nuestros problemas. Eso es inmoral y conviene que se sepa.

En paralelo es inaceptable el error de cálculo en el efecto de la austeridad sobre el multiplicador del PIB. En un momento como el actual, se necesita tiempo para reconducir los déficits de los estados, por cuanto la economía sigue en recesión. Un exceso de celo en las políticas de austeridad es como un exceso de quimioterapia en un enfermo de cáncer. Y como decíamos el otro día, el paciente va camino de morirse por el camino. La siguiente pregunta que espero que alguien se plantee, es cómo se piensa que el sector privado se va a desapalancar si se nos encamina hacia una devaluación interna. ¿Nos van a hacer una quita a familias y empresas?

No, España no tenía capacidad para más estímulos fiscales. Lo reconoció Pedro Solbes poco antes de salir del ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero. La consolidación fiscal era imprescindible, porque un país no puede endeudarse de forma ilimitada permanentemente. Pero todo lo mal que estamos no sólo es culpa de la herencia recibida. Es cierto que cuando tienes que pedir prestado, asumes una serie de condiciones, pero dónde y cómo recortar lo ha elegido el gobierno. La parte que más me gustaba del artículo de Joaquín Estefanía es la del final (hay otras partes que me parecen bastante matizables): tal y como se está planteando, la austeridad está propiciando una destrucción de riqueza completamente asimétrica y los estados, lejos de resolver las externalidades de los mercados, las están agrandando. Ningún sistema económico ha sobrevidido si la creación de riqueza no va acompañada del progreso social y humano. Mil días de austeridad después creo que estamos bastante peor y la factura ya es insoportable.

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